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En el inicio, estaba la Nada, un completo vacío donde no existía ni el tiempo, ni el espacio… O esa es la conclusión a la que han podido llegar vuestras pobres mentes humanas.

 

Pero no era la Nada lo único que existía. Polarus, amo de la infinidad, pilar de energía que sustenta la existencia, vagaba solitario. Y en su soledad decidió crear la  chispa que daría forma al Universo. Y de esta chispa, no solo nació el tiempo y la materia, sino que surgieron doce entes a los que Polarus insufló a cada uno de ellos con un fragmento distinto de su personalidad.

 

Y fue voluntad del padre, que los trece seres dieran forma a su creación. Y los hermanos comenzaron a vagar por el caos modelando los distintos planos.

 

Llegó el momento en el que los hermanos quisieron imitar al padre, y solicitaron permiso para agregar vida a su creación. Polarus concedió permiso, y donó parte de su esencia con la que sus hijos podrían moldear la vida del Universo. Y así crearon el ciclo, por el cual la esencia da vida y regresa al pozo una vez llega a su fin.

 

Cada hermano quiso influir en los seres creados, dándoles parte de su personalidad, para guiarlos en el devenir de su destino. Pero esto generó caos.

 

Para solucionarlo, los hermanos ascendieron a los mejores de sus seguidores, y los elevaron al planeta Polarus, nombrado así en honor al padre de todos y lugar donde confluyen todos los planos.

 

Otorgándoles la inmortalidad a cambio de que lucharan por ellos para conseguir el honor de su casa y que ésta fuera la siguiente en tener derecho a ejercer su influencia en el futuro de la Humanidad.

 

Cada vez que las estrellas se alinean, los campeones son llamados para comenzar una nueva contienda en Aster.

 

Bienvenidos, héroes, a Tempus Belli...

 

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